
Las maderas de la embarcación crujen levemente, con un sonido que
sería inaudible si el silencio no se hubiera instalado desde el instante
mismo en el que el capitán gritó ¡abajo!, indicando el momento justo
para soltar los aparejos.
Ahora, los 20 pescadores que los
arrojaron ansiosos miran expectantes esperando el pique. El GPS ubicado
en la cabina da cuenta de la existencia de muchos ejemplares, y
nuevamente no se equivoca, ya que de repente el ronroneo del agua es
eclipsado por otro grito que sofoca por completo los sonidos que se
agitan adentro y afuera de la embarcación.
¡Salmón, salmón!
vocifera uno de los pescadores, recuperando la línea que luego de una
serie de cimbronazos muestra la brillante silueta de una enorme pieza
que sigue zigzagueándose cuando el hombre la toma entre sus manos,
mostrándola ante todos como un trofeo reluciente.
Después, los
rítmicos azotes del pescado sacudiéndose en el cajón acompañarán los
comentarios de los demás, que al volver a concentrarse en las
profundidades del mar, aguijoneados por el exitoso lance, lograrán
cubrir la cubierta de colores plata, anaranjados, peltres y azules,
porque en instantes a los codiciados salmones se sumarán besugos, meros y
magrú.
Una jornada en el mar
La
jornada de pesca, que comenzó poco después de las 8 y culminará
alrededor de las 16, transcurre a bordo del 'Victoria' un barco de 20
metros de eslora que zarpó desde el muelle de SAO para arribar hasta la
'salmonera', una zona ubicada aproximadamente a 20 millas náuticas de la
costa que esconde en sus entrañas no sólo las variedades mencionadas,
sino también numerosas especies. La excursión, que organiza una firma de
buceo ubicada en la tercera bajada de Las Grutas, suele iniciarse en
esa ciudad, pero el horario de las mareas tornó más conveniente partir
desde SAO para regresar finalmente a la villa abordando un gomón que
cargado del pescado fresco acercará a los satisfechos pescadores a la
costa.
Esa misma satisfacción los acompañó en cada instante
transcurrido en cubierta, rodeados por la solicitud de Jorge, Marcelo y
Julio, la tripulación de servicio que permanece pendiente de la
provisión de carnadas o de aprontar el "bichero" para subir una pieza
que por su tamaño comenzaba a tornarse esquiva, y que después, si
aceptan, les limpiarán el pescado capturado para que al llegar a tierra
sólo tengan que pensar en una fresca receta para sorprender a sus
familias.
Lo demás es disfrutar de la camaradería y del buen humor
que se desgrana en anécdotas mientras que cada uno de ellos, con el
cielo de fondo y la riqueza del mar como objetivo, se dejan guiar sin
apuro por la pasión de la pesca deportiva.